Cosas

 No te extraño a vos, extraño cosas de vos. Lo cual resulta completamente diferente. 

Extraño esos gestos y manías que tenias, o que yo misma te inventé. 

Extraño el descubrirte en tantos estados como fueran posibles y disfrutarte en la plenitud de cada uno de ellos, cada día, cada tarde, cada noche. 

Por más de que son cosas totalmente simples, inevitablemente sencillas, incomparablemente minúsculas, el paso del tiempo me demostró que son indescifrablemente valiosas.

Extraño de vos tu mirada cómplice, el olor que emanaba del mate amargo ese que preparabas, la paz con la que afrontabas mis tormentas y huracanes, el silencio total que te envolvía en la concentración, el movimiento tan particular de tu mandíbula ante un momento de incomodidad o enojo, los mensajes recordando eso que sabias que había olvidado, la bendición antes de irme a dormir, las ocurrencias sobre cualquier frase que pudiera pronunciar, las devoluciones a mis poéticos y cursis escritos, las canciones improvisadas, los paisajes de los viajes compartidos, la infancia que teníamos a flor de piel, y tantas otras cosas más. 

Cosas que te hacían único. Nos hacían únicos. Que lo hacían todo único. 

Cosas que sin dudas inventamos, o que te inventé, cosas que ya no existen y que no van a existir. Porque ni vos sos ese ni yo soy esa. Porque ni vos ni yo fuimos eso. Porque nos envolvió un instante efímero de magia que nos cambió las perspectivas sobre esas cosas que vivíamos antes y seguimos viviendo, pero que ya no son iguales. 

Y son cosas, cosas que pasan, cosas que vienen, cosas que van. Que aparecen y desaparecen. Pero en definitiva cosas que me mostraron la diferencia entre extrañarnos y extrañarlas. Y definitivamente la opción correcta es la segunda. Porque ni aunque volviera, y ni aunque volvieras, ellas no volverían jamás.

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