Aprendí a vivir sin vos.

De repente, un día, tan normal como corriente, me di cuenta de que había aprendido a vivir sin tenerte, sin pensarte, sin necesitarte. ¿Te habré olvidado? No creo. Sinceramente creo que es el hecho de la resignación suficiente y el bendito tiempo que acomoda siempre todo en su propio lugar, como quien, por más doloroso que sea, se da cuenta de que su duelo terminó, de que aprendió a convivir con esa ausencia, el temor y el dolor, y la vida sigue su curso, por más que esporádicamente los recuerdos aparezcan y traigan variedad de sentimientos, el verdadero presente lo supera, ya no estas, ya no sos parte, simplemente no formas parte, y quizás no es lo que hubiese preferido o elegido, pero es así, es la verdad, es la realidad, y si queres que te cuente un poco: no está tan mal.

Todas esas cosas que creía que sin vos no lograría, las estoy logrando, poco a poco, pero lo estoy haciendo. Todos esos sueños que una vez te conté, los voy cumpliendo, algunos me di cuenta que no eran lo que realmente quería, a otros me aferro con todas mis energías porque son los que me siguen motivando día a día. Las personas que me acompañan cambiaron también, siguen las mismas de siempre, esas que ya conoces, pero así como pensé que estarías para acompañarme y no estas, otros también quedaron por camino y la verdad es que he logrado entender bastante bien las causas y hasta podría decirte que yo misma elegí que no siguieran estando, ¿hice eso con vos también? no sé, pero en ese caso no fue tan mala decisión.

Lejos quedaron los días y horas en las que recordarte era tortura y martirio, mas lejos quedo aún el dolor, el rencor, y todas esas cosas tuyas que nunca entendí, que no comprendía y que me atormentaron durante mucho tiempo después de tu desaparición. Lo único que sigo conservando son algunas de tus promesas, no porque creo o espero que se cumplan, sino porque son de las cosas más reales que me quedaron de tu paso por mi vida, si las expresaste seguramente la intención estuvo, más allá de los planes del destino, y eso me reconforta en gran manera, porque quiero seguir creyendo que en la ausencia aún algo tuyo queda, algo tuyo fue real, algo me acompaña.

Pero más allá de eso, volviendo al punto central de todo esto que me voy planteando a lo largo y ancho de estos escuetos renglones: aprendí a vivir sin vos. Y me enorgullezco, porque fueron muchos los momentos en los que creí que no lograría hacerlo, incluso a veces dudo de si no eras vos quien me inculcó ese miedo, porque era el mismo miedo que tenías vos de que yo sin tu presencia pudiera seguir siendo feliz y crecer. No pienso que alguna vez lo hubieras planeado, ni menos que haya sido premeditado, pero todos tus "para siempre" fueron de los menos duraderos que conocí e imaginé, y destrozaste con eso mis ilusiones de que esas palabras fueran acreditables, pero al fin y al cabo me enseñaste varios para siempre que sí son de verdad, como él: para siempre soy mi primer opción. Para siempre nadie será imprescindible en mi vida. Para siempre me amará solo mi familia. Para siempre nada es irremplazable. Para siempre todo lo que está por venir puede ser aún mejor. Para siempre el corazón no miente cuando duda. Para siempre seguir mis sueños es mi única verdadera opción cuando me toque elegir. Para siempre la única que no se dejará sola soy yo. Para siempre el dolor se termina en algún momento. Para siempre recordaré que lo único que siempre me será necesario para vivir y ser feliz será respirar, estar viva, agradecer y soñar.

Y sí, me enseñaste muchas cosas ¿viste? y yo que durante tanto tiempo cuestioné los motivos e intente no soltarte para no perder lo bueno que creía que me habías dado, cuando enfrente de mis narices tenía lo mejor que me habías dado: aprendizajes.

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