Las Heridas

Los domingos tienen ese no sé qué, siempre me remueven cosas que ni siquiera sabía que tenía dentro. El dolor me viene acompañando todos los días desde que decidí que las heridas las quiero sanar, ya no me alcanza con taparlas y esconderlas, necesito realmente curarlas. Hoy llueve, pero eso no me impidió salir a caminar por las callecitas de mi barrio porteño. Necesitaba sentir el viento fresco despeinándome, las gotas de lluvia acompañando mis lágrimas y escuchar al corazón gritar en medio del silencio. Entender que las heridas hay que desinfectarlas y lavarlas fue todo un proceso. Pero durante mi paseo bajo el frío de la tormenta que me abraza interiormente, me di cuenta que esta lección la aprendí con vos. ¿Te acordás de esa vez que te lastimaste? bueno, yo estaba ahí para cuidarte y acompañarte, pero vos decidiste hacer algo diferente. Esperaste solo unos días para que esa herida se cure lo suficiente como para fingir que todo seguía igual y volver a la cotidianeidad de tu rutina diaria. Yo te vi levantarte, también te di los calmantes para ayudar a aliviar el dolor. Y funcionó, por un tiempo te funcionó. Pudiste volver a caminar, a hacer las cosas básicas, pero, en cuanto necesitabas hacer un mayor esfuerzo o querías dar un paso más, el dolor volvía a aparecer, dejando en evidencia que la herida no estaba sana aún. Y pienso y es tan real, nunca había atado tantos cabos juntos como ahora. ¿Te acordás que por no sanar bien la herida te volviste a lastimar? Tuviste que pasar por el mismo proceso otra vez. Corridas entre el doctor y los calmantes. El reposo y quietud que no te gusta atravesar, todo por no hacer correctamente las curaciones iniciales. Un dolor que se podría haber evitado completamente. Un dolor innecesario, o no, por que en definitiva esta segunda herida sobre la anterior, solo vino a recordarte que tenías que sanar. Que debías vivir el proceso de curarla bien, aún cuando no querías. Pero decidiste que no, que no pasaba nada, y que podías dejarla así no más, con un par de curitas, con una que otra crema, y algún calmante. Que esconder el dolor y la realidad era posible y la salida más rápida y fácil. Que no hacía falta tanto tiempo ni proceso para curar algo que solito se tenía que sanar. Pero si hay algo que dicen por ahí y me parece sumamente acertado es "el tiempo todo lo cura" pero me parece que la frase es insuficiente. Porque el tiempo todo lo cura, porque de una u otra manera te muestra y te obliga a enfrentar a la herida y a accionar en pos de sanar. No se trata de olvidar que está ahí. Se trata de trabajar en curarla. Poner las vendas, limpiarlas, desinfectarlas, cuidarlas e incluso pueden ser necesarias distintas operaciones. Vos lo sabes. Por no haberlo vivido en el momento que era necesario, en el inicio, cuando apenas la herida apareció, tuviste que atravesar por el proceso años después. Bueno, un poco eso es lo que estoy viviendo ahora. Y eso también es lo que ahora entiendo y comparto. Las heridas hay que sanarlas con el tiempo y dedicación suficiente. Porque por más que las ocultemos, están ahí, y al estar tapadas y descuidadas son pasibles de sufrir infecciones aún peores. Dolores más intensos. Reproches propios por haberla descuidado y haberle quitado importancia. Incluso podemos terminar lastimando a alguien más por culpa de nuestra torpeza. Podemos terminar hiriendo a más personas, incluso a nosotros mismos. Una herida puede provocarnos otras más. Un pie rengo hace que toda la fuerza recaiga en el de al lado, lo mismo hacemos nosotros cuando no nos curamos bien y nos recostamos heridos en otra área de nuestro sentimiento o emoción. Por eso, hoy agradezco el dolor que estoy viviendo, agradezco poder vivir el proceso, agradezco poder ver la herida que tengo y empezar a curarla. Me prometo acá bajo este cielo gris, que por más lluvias y tormentas que me tarde sanar, lo haré, porque quiero disfrutar al máximo los días de sol. Quiero estar entera, sana, capaz de seguir la vida sin volver a sentir estos dolores pasados. Quiero compartirme entera, para poder jugar, correr, caminar, abrazar, a los que me rodean sin el temor de que mis heridas y dolencias afecten sus vidas y nuestros momentos compartidos. Y aunque sé que te lo escribí mil veces, gracias por todo lo que me enseñaste, cuando estabas y aún ahora que ya no estas.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Dejar de querer

¿Y si te dijera?

Preguntas